Rescatar a jóvenes del radicalismo

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Artículo escrito por Unicornia Dreams / Imagen procedente de Mohamed Abdullah, REUTERS

Los atentados perpetrados en Europa y otras regiones del mundo reafirman la grave amenaza del radicalismo islámico. Estamos frente a un problema poliédrico que necesita la coordinación y compromiso internacional desde distintos flancos: social, económica y gubernamental, como bien se explica en este documental sobre el ISIS.

Entre sus daños colaterales, destaca el hecho que jóvenes aún sin haber cumplido la mayoría de edad se convierten en ejecutores de tales crímenes. Una juventud vulnerable y de frágil identidad que es presa fácil de los cantos extremistas, les prometen un paraíso y gloria al heroico mártir. Todo por la causa de la destrucción de los “infieles”.

Al margen de las medidas necesarias en seguridad, desactivación de células yihadistas e investigaciones policiales; hay otra labor igualmente importante que concierne a la educación de estos jóvenes en alto riesgo de radicalización.

Francia, uno de los principales objetivos terroristas, ha desarrollado desde 2014 un plan de desradicalización. Entonces se habilitó un teléfono gratuito para denunciar ante la policía de forma anónima a posibles extremistas y así asistir a las familias de quienes se podían haber radicalizado.

En una entrevista anterior el ex primer ministro francés, Manuel Valls, alertaba de esta delicada situación "La radicalización de parte de nuestros jóvenes, seducidos por un modelo mortal antisocial, es en mi opinión el reto más serio al que le hemos plantado cara desde la Segunda Guerra Mundial porque daña profundamente el Pacto Republicano".

Las medidas acometidas se demostraron insuficientes, razón por la cual este plan se extendió con ‘centros de reinserción y ciudadanía’ en cada región francesa. Sin embargo la implantación de estos centros se ha revelado un fracaso. En agosto de este año conocíamos a través de un comunicado del ministerio de Interior que esta "experiencia no había resultado concluyente", principalmente debido a su carácter voluntario que "ha mostrado sus límites".

Voces expertas consideran más efectivo poner el foco en la prevención en vez de la ‘desradicalización’. En esta línea trabaja la asociación Entr’Autres, establecida en Niza (Francia), que se encarga de formar a funcionarios públicos para que detecten los signos de deriva salafista.

“Tratamos con jóvenes en ruptura con su entorno social, que podrían verse tentados por el plan del Estado Islámico en cualquier momento, pero cuyo discurso todavía no se posiciona en el nivel de violencia de lo que llamamos el ‘mental yihadista’, por eso la terapia será psicorrelacional”, explica Amélie Boukhobza, psicóloga clínica.

Si bien estos jóvenes se encuentran en una primera fase, hay razones externas que pueden hacer que salten directamente a la tercera fase. La vigilancia es extrema, pero al mismo tiempo los profesionales encauzan al joven frente a un proyecto de vida sólido donde la familia tiene un papel fundamental.

“Nos hemos dado cuenta de que los ‘no radicalizados’ presentan motivaciones absolutamente diferentes de las que vemos en fases posteriores de radicalización”, explica Boukhobza, sin olvidar que estos jóvenes tienen una motivación aventurera, “incluso humanitaria” por raro que parezca.