Primero fue el cine, luego la música y ahora youtube. La imagen en blanco y negro del Nodo en España con los niños de entonces (Marisol, Joselito, entre otros) o la rutilante estrella mundial Judy Garland en Technicolor; ahora se dibuja a color de alta definición, en Internet y más concretamente YouTube ¡Ni los más visionarios podían predecir semejante cambio sociológico!
Hoy si un hijo dice "Mamá, quiero ser youtuber" no debería sorprender pues sigue la moda de otros muchos que ya han saltado al estrellato de la red. De meros consumidores a creadores de su propio contenido, en ambos casos suscitando ciertas críticas en un entorno digital aún falto de regulación legislativa y protección para los más pequeños.
Los niños/as tienen claro que YouTube es su plataforma favorita de entretenimiento, pero además sirve como escenario de una profesión futura.
Según la XIII encuesta ¿Qué quieres ser de mayor? por la consultora Addeco, el 8,9 % de los niños contempla dedicarse en un futuro a ser youtuber, probador o diseñador de videojuegos y otras profesiones afines.
Esos locos bajitos se disfrazan de visionarios y no hacen más que confirmar la tendencia de profesionalización que vive el sector, y es solo el comienzo. Son los llamados centennials, aquellos que no nacieron con un pan debajo del brazo sino con el móvil, la tablet i demás gadgets como compañeros de juego.
El problema radica en la idoneidad o no de "profesionalizarse" cuando son todavía niños ¿Dónde están los límites? Una de las pocas normas en la regulación – aunque mínima - es la edad necesaria para abrirse un canal en YouTube. En el caso de España establecida en los 14 años y para la gran mayoría de países en los 13, como ocurre con la Children’s Online Privacy Protection Act (Coppa) de los EE.UU.
Pero bien se sabe que “hecha la ley, hecha la trampa” luego no es raro que los menores puedan manipular su fecha de nacimiento sin demostrar la veracidad de la misma, o en su lugar que los padres abran una cuenta en favor de los hijos. En principio la supervisión de los padres confiando en su buen juicio debería bastar. Sin embargo, como ocurriera otrora con muchos niños prodigio, la responsabilidad de los progenitores o tutores se presupone sin cumplir.
Cabe recordar el alarmante caso de la familia Daddyofive de los EE.UU cuyos padres fueron acusados de explotar a sus hijos.
En dicho canal los padres acometían bromas excesivamente pesadas a los niños con la consiguiente reacción descontrolada, incluso la amenaza de suicidio de uno de sus hijos, el pequeño Cody. Después de la denuncia de alguno de los suscriptores las autoridades valoraron estos abusos al punto de quitar a los padres la custodia de los cinco hijos.
En el otro lado, hay otros muchos mini-youtubers que parecen colaborar con gusto. "Mi hija cuelga vídeos desde que tenía ocho años y ahora que es casi adolescente se lo pasa bomba" defiende Isabel del Río, madre de la niña conocida por el canal 'Kitty Sweety'.
En general los niños encuentran una actividad ociosa dónde explorar su creatividad o demostrar talentos, pero también es cierto que la falta de regulación los hacen vulnerables a una sobreexposición de su imagen.
¿Hasta que punto los progenitores velan por los intereses de los hijos y no los propios?
¿Predomina la voluntad de los niños o hay un móvil económico? ¿Es ético sobreexponer la imagen de unos menores?
Desde el sector insisten en que la regulación partirá de la propia actitud de los seguidores, expresando su espíritu crítico y posicionándose en contra cuando visualicen prácticas poco éticas.
También se requiere el soporte de otros agentes sociales, como la colaboración de Unicef u otras asociaciones en defensa de los derechos de la infancia que deben adelantarse a los avances de un entorno digital imparable que merece ser más seguro.
No se trata de prohibir sino de establecer un marco social y legal para todos, donde los niños disfruten creando, viendo contenidos … y al mismo tiempo no sufran la pérdida de sus derechos.
